“la otra orilla está en nosotros mismos.
Sin movernos,
quietos, nos sentimos arrastrados,
movidos por un
gran viento que nos echa fuera
de nosotros. Nos
echa fuera y, al mismo tiempo,
nos empuja hacia
dentro de nosotros”.
Octavio Paz
1
Sé que todo
versa sobre la soledad,
esa sensación de
permanecer,
de estar siendo
incompleto;
fragmento sin
orillas
desbordándose en
los recipientes
que salen al
paso;
cualquier
recipiente
que nos haga
sentir contenidos.
Hoy no invitaré
al crimen
sino a saltar a
la otra orilla.
Eso significa
vaciar la mente,
encontrarse con
uno mismo,
acariciar los
tentáculos al alma.
Los contrarios
son una sola cosa,
son la unidad
estirando los brazos
como quien se
despierta.
Esta es la
consigna: saltar.
2
Hay que ir en contra
de la gravedad
para hallar la
gravedad;
lo que nos
conforta
también puede
matarnos.
Se debe tener
peso para el salto
o existe el
riesgo de no volver a caer.
Algunas orillas
se alcanzan
sin efectuar un
solo brinco:
aquí
mis labios líricos,
allá
los tuyos danzantes,
el
beso es la orilla
de
nuestras bocas hambrientas.
Cruzar no es
saltar;
cruzar implica
permanecer
y saltar
abandonarse.
3
El bolígrafo no
sabe
lo que mueve a
la mano
que lo ciñe;
se trata de un
trance,
una desconexión
con la lógica
donde las
palabras (corazón)
y el ritmo (emoción)
puedan
entrecruzarse;
esto no ayuda a
dar el salto
pero explica que
somos un instrumento
musical,
quirúrgico o de tortura
mas instrumento
al fin.
Quien se piense
como tiempo
se condena a
vivir temporalmente.
Ignoro cuánto me
falta,
cuánto he
gastado;
he escrito todo
lo que he escrito,
he dejado de
escribir lo imposible.
Si debiese morir
ahora, no argumentaría;
si debiese
seguir con vida, no argumentaría,
en cualquiera de
los casos
seguiría
buscando la otra orilla.
4
Lo otro
es aquello de mí
que desconozco,
la invisible
fuerza capaz de destrozarme
para librar mis
taras
y poder saltar a
lo sobrenatural,
al misterio de
la hoja que no fue fabricada
porque siempre
permanecería en blanco.
El blanco es
vacío,
vacío indica
espacio para crecer,
para estrellarse
contra uno mismo.
El negro es
hueco,
hueco quiere
decir que algo falta,
que se lleva
encarnada la ausencia.
El tiempo nos
adhiere a los objetos;
saltar es arrancarse
la piel.
Antes de
aprender a vivir
hay que saber
morirse.
5
Deambulamos
entre dos mundos:
lo profano y lo
sagrado,
el gemido y la
oración.
Cuando poseamos
substancia,
es escribir,
cuando nuestras
palabras no busquen sentido
y sólo sean
palabras,
entonces
sabremos lo otro:
eso de nosotros
que ignoramos.
Pero lo otro
también es lo inevitable:
el amor, el
poema, la sangre;
la vida después
de la vida.
Esto es lo único
que importa:
saltar, saltar,
alcanzar la otra orilla.
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