Sucede que
desvestir y escribir
es la misma
cosa: Cosmogonía.
Senos, delirismos, desnudez, poema;
todo es parte de
la sutil locura,
de la carne
tibia que espera al lobo
para terminar
con su aspecto triste.
Cuando el sol
sangra de una herida triste,
raudo y
brillante se pone a escribir:
Ahora
aullarás al día, hermano lobo.
La
luz es tu nueva cosmogonía;
en
ella resplandece con locura
y
haz de tu cantata un violento poema…
Hay que hacer en
medio del caos un poema
que verse sobre
la existencia triste,
ese vivir que
semeja locura
por existírsela
en el escribir,
sin concebir
otra cosmogonía
que no sea la
del sanguinario lobo.
Yo fallecí como
fallece el lobo,
guardando entre
los colmillos un poema,
con luna y rabia
por cosmogonía,
en un correr de
metáfora triste
que consigue, a
cada paso, escribir
del poeta: hambre,
vicio y bella locura.
De nada sirve
vivir sin locura.
“Disfrázate de
oveja, más sé un lobo”,
profesó alguien
que vivió de escribir;
por ello hay
lana y fauces en el poema,
se está
contemplativo, alegre y triste,
haciendo una nueva
cosmogonía.
Si no entendemos
la cosmogonía
ni disfrutamos
de nuestra locura,
la humanidad
permanecerá triste,
no emergerá el
espíritu del lobo
que aullando
desde la entraña del poema
dicta al hombre
lo que debe escribir.
¿Para qué
escribir?, por cosmogonía,
por locura, por
imitar al lobo,
aunque un poema surja lírico y triste.
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