Quiero
beber hasta que la mandíbula se me vaya de lado,
y
con palabras rotas
intentar
un azar de poema.
Beber
hasta reventar
y
arder,
arder
en una hoguera inquisitiva
donde
la virtud se confunda con el pecado.
Otra
vez la noche me abraza.
Desea
besarme; me resisto.
Me
convida de sus pezones etílico-etéreos
y
los libo hasta emborracharme.
Como
en ocasiones pasadas se pone a gatas;
eróticamente
velluda se acaricia la pelambre.
Descubro
un pedazo de papel
enredado
en su pubis;
lo
tomo, lo desdoblo y leo:
“…se hace nombrar soberana de mis sueños
y dejó de ser
doncella
con el primer bohemio que cantó
noticias sobre sus muslos…”.*
La
muy puta ha devorado otro poeta.
Me
gustaría sodomizarla mas ya me causa hartazgo
y
mi lujuria está fláccida como un cisne.
Con
altanería alcohólica la desdeño;
no
se rinde.
En
mi cuerpo se enreda como serpiente.
Mete
a mi pantalón la única mano que le queda
mientras
su lengua electriza mis oídos
para
después descender a mi falo
y
lamerlo y chuparlo;
liba la médula y el calcio.
Cree
que le pertenezco ahora que estoy lubricado.
Entre
risas me pide que la habite,
pero
decido decapitarla.
Su
cuerpo yace inerte en la banqueta.
Beso
sus labios sin cuerpo
y
amanece†
*Versos de Manuel de J. Jiménez.
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