“Alguien ha dicho: ‘Los escritores muertos
nos parecen remotos
porque
nuestro conocimiento es mucho mayor al suyo’.
Precisamente.
Y son ellos lo que conocemos”.
T.S. Eliot
En una visión, quizá inventada, de las
diferencias que existen entre la llamada academia y el lirismo, tenemos de un lado al
conocimiento, del otro a la intuición. Las dos partes fundamentales de todo
autor: razón e instinto; academia y lirismo.
Hay una división general entre la que se
sitúa a los poetas: o se es académico o
se es lírico.
¿Y qué rayos quiere decir cada una de
estas definiciones? Nadie lo sabe con precisión, pero se repite interminablemente
en los círculos literarios como si el razonamiento y la visceralidad fueran
distintos seres. No es así. Ambos son parte de lo mismo pero en grados
diferentes, igual a los termómetros que miden la temperatura (el calor y el
frío se encuentran visibles en un mismo artefacto). Eso es el poema: un
termómetro que muestra grados distintos de diversas emociones, sentimientos y
pensamientos.
Desacreditar cualquiera de estas dos
posturas (en donde las letras oscilan), implicaría una completa falta de criterio. De la misma forma, juzgar
una obra sólo bajo estos preceptos sería ignorancia total.
El verdadero poeta [permítaseme creer
que existen algunos falsos] es una mezcla de estas dos visiones, de estas dos cualidades. Conoce la técnica
y posee expresión emotiva.
T.S. Eliot diría que se trata de un escritor tradicional,[1] por
conocer NO sólo la tradición, sino su propia contemporaneidad.
¿Hay alguien, en su juicio cabal, que
ose señalar a Quevedo o Góngora como bardos académicos? En aquél tiempo no se
utilizaba el terminajo, no era frecuente el mal llamado verso libre (aunque sí los poemas polimétricos); y digo que es mal llamado porque si el verso fuera
libre sería prosa.
Los conocimientos métricos y su
ejecución eran un requisito fundamental. Un soneto muchísimos podrían realizarlo,
cierto. Pero un soneto con la maestría de los dos poetas españoles, anteriormente
mentados, lo dudo... esa harina es de otro costal.
No hay autor libre de pasado, de
influencias. Aquel que ha leído guarda metáforas inconscientes en el bolígrafo. El pasado no es una meta ni un reto, es
una guía a considerar. Las raíces edifican el árbol y según la semilla será el
fruto. Visto de esta manera, juzgar a cualquier poeta
vivo como superior o inferior a uno muerto, resulta imposible; ¿es mejor un cerezo
que un manzano?
Algo hay que considerar: la retórica se
aprende; se nace con la sensibilidad.
No hay inspiración antinatura ni
improvisada; lo que sí hay es el artificio, quizá oficio, que de nada sirve sin vocación.
La vocación, como el numen, no falsea.
El arte dentro de un poema, no radica en
su tema sino en su presentación; escrito literariamente: “el vacío del vacío /
es la obra de arte”.[2]
He leído y escuchado decir que el arte
(en este caso la poesía) tiene que ver con la extinción de la personalidad. Al
respecto, pienso que el hombre y el poeta son seres separados mas no
individuales. Si uno de ellos se atreve más que el otro, no quiere decir que
uno posea más o menos personalidad; ni siquiera indica que cada uno sea una
personalidad distinta sino que actúan de diversas maneras. Su gestualidad,
aunque expresen lo mismo, se desarrolla de forma diferente.
Son los rasgos de la expresión los que
marcan la separación entre hombre y poeta.
Considero más acertado pensar que lo que
se extingue, al momento de escribir, es el tiempo y no la personalidad.
El bardo sacrifica el presente consiente, para concientizar su
pasado o su futuro.
El poeta verdadero es una mezcla de intelecto
y sensibilidad; es una mezcolanza de tiempos y aciertos y mentiras.
La poesía es ese momento donde se
amalgaman los elementos rememorados y la existencia "en tiempo real", que a su
vez se trasforma en un tiempo sin tiempo: puro evo.
Este suceso es completamente íntimo e
indescriptible. La poesía es un acto personal, el poema un acto impersonal.
No dudemos que un poeta inmaduro [falso
poeta] sienta profundamente el tiempo de poesía y no pueda aproximarnos a ese
sentir por su falta de perfeccionamiento. Y escribo aproximarnos, porque aun
los verdaderos poetas es lo único que consiguen. El poema es una aproximación de la
poesía mas nunca la poesía misma: la poesía es el grito, el poema es el
eco.
Lo importante para el escriba,
considero, no es tanto el producto final (el poema) sino el proceso que vivió
para llegar a dicha materialización. Los poemas están vivos; sólo muere el lector.
En resumen: un inspirado no es aquel que
siente, dado que todos sentimos, sino el que sabe sentir. Un retórico no es el
que escande y rima, sino el que razona. El poeta verdadero es el que razona lo
que siente y siente lo que razona.
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