martes, 6 de agosto de 2013

SÍNTOMAS

Esta armonía
del aire, que acaricia
mi pensamiento,
es incapaz
de dar muerte al calor
que me avasalla
y me derrite
—una a una— las metáforas,
hasta volverlas
obscuras manchas
que algunos llaman letras,
literatura.
Y ya diluido,
sin rumbo fijo, viajo
entre las manos
o la memoria
de turistas que habitan
mi patria negra,
casi invisible,
igual que los latidos
del corazón.

Qué buena forma de existir entre sombras y expectativas;
de hacer a un lado la insalubre y maldita monotonía,
la cual termina por asesinar todo lo de valor.
Obviamente hablo de lo que salva el poema, de lo inasible;
de eso que llaga, con fuerza, de repente. “Inspiración”
diría el pueblo; “un amor literario”, le digo yo.
Pero se puede bautizar, mundialmente, como poesía.

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